La vejez es cosa de otros. Lo confirma un estudio al respecto. Y con encuesta incluida. 1643 entrevistas. Muchas me parecen. Basta con mirar cada uno de nosotros en casa, en el trabajo o la cuadrilla para concluir que eso es sabido y compartido. Pero ponerle oficialidad y birrete nunca viene mal. El caso es que, y en esto no hay diferencias territoriales, en el Estado no hay viejos. Bueno sí, pero ya les digo que son los otros. Porque un estudio afirma que los españoles se sienten más jóvenes de lo que marca su edad biológica. Y la cosa empieza muy pronto. A los 35 años. Si no me creen sigan leyendo.
Según el trabajo mencionado, a partir de los 35 el personal se siente 10 años más joven de lo que dice su DNI. Y esto se acentúa con los años, hasta alcanzar su cénit a partir de los 65. De ahí hasta los 70 solo un 11% siente y acepta los años que tiene. Lo que viene siendo nada. Ah, y hay otro dato genial. El 60% no soporta ni admite que le llamen viejo. Faltaría más. En esto estamos de acuerdo. Les confesaré que mi padre me advirtió, siendo muy niño y allá por los 70, que si alguna vez le llamaba viejo en lugar de aita el guantazo se iba a escuchar en la Patagonia. Lo entendí entonces y lo comparto ahora. Pero lo que nos demuestra este estudio es algo bueno. Mucho más importante que otros sesudos trabajos sociológicos. Porque nos habla de ganas de vivir. De que ser joven es una cuestión de actitud. Tampoco consiste en vestir como un adolescente y ponerse brackets en la dentadura postiza. Pero tampoco parecer el abuelo de ‘La gran familia’ a los 50. Y antes se llevaba mucho. Ayuda la esperanza de vida y, sobre todo, la calidad de la misma. Incluso los expertos señalan, en este caso de manera positiva, a las redes sociales. Puede. Tener la cabeza ocupada ayuda a no abandonarla. Pero hay algo más. Y todos lo sabemos. Ya no hay prisa por envejecer. Aunque sea a riesgo de tardar en madurar. Hay quien no lo hace jamás. Pero eso también pasaba antes. No, lo que aquí señalamos es otra cosa. El entender que la vida merece la pena. Y que, como decía Punset, no se pregunten tanto si hay vida después de la muerte sino si la hay antes de ella. Es esa la clave. La que hace que hoy en día no haya muertos en vida. Y, sobre todo, muertas.
Ser viuda fue durante siglos, lo sigue siendo en ciertas latitudes y continentes, vagar cual muerta en vida. Finado el marido finada tu existencia. Daba igual la edad. Salvo que la casaran con alguien en contra, incluso, de su voluntad. Por suerte vivimos en un rincón de Europa donde todo eso empieza a ser pasado. Lo que no impide que se mire raro a quien se pone el mundo por montera en lugar de mostrar dolor eterno en este valle de lágrimas. Como si sufrir fuera más humano que reír. Y no es así. Por eso me encanta este estudio tonto que sirve para charlar hoy en este Piscolabis. Porque subraya claves que demuestran el cambio de actitud. Por ejemplo, las personas entre los 56 y los 80 años comprenden el significado de hacerse mayor pero son las generaciones menos preocupadas por envejecer. Lo aceptan. Y lo llevan en el zurrón. Pero sin dramas. Y sin mirar por encima al que le precede o al que le sigue. Entendiendo que cada cual pilló el tren a una hora y cuando llegue el momento de bajar, lo harán dónde toque. Lo que me lleva a cierta frase de mi abuela que recordamos en familia.
Vivió hasta casi rozar los 102 años. Pero nunca se sintió anciana. Simplemente acumulaba más años que otros. Incluidos los médicos a los que iba enterrando mientras ella seguía muy viva. Con su vermucito de cada día o su vinito blanco. Que la vida sin vicio no es vida sino suplicio. De hecho fumó algún cigarrito incluso siendo nonagenaria. Y cuando iba a visitar a su vecina, casi 30 años más joven que ella, decía mientras salía por la puerta-«Voy un rato a ver a la vieja de aquí al lado»-. Con un par. Porque ella no era la persona mayor, sino la otra. Pienso en mi amama hoy al leer este estudio. Porque la cosa, nunca mejor dicho, viene de viejo. No se trata del paso del tiempo, sino de la actitud. Y me alegro de corazón de que ahora seamos legión quienes nos sentimos, así pasen los años, instalados en el mejor momento de nuestras vidas. Y si alguien lo duda, dígale eso de -«Viejo será tu padre!»-.
Publicado en el Correo. Un artículo de Jon Uriarte
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