¿Es el envejecimiento una especie de monstruo sin rostro que viene a comerse el Estado de Bienestar y todos sus servicios?
El CENIE (Centro Internacional sobre el Envejecimiento) ha publicado un interesante articulo de la investigadora Irene Lebrusán Murillo en el que la investigadora nos insta a ver la vejez como una conquista social, una etapa renovada, resultado del envejecimiento y de las dinámicas demográficas, que tiene implicaciones sobre la estructura poblacional, sobre las relaciones intergeneracionales y sobre muchas otras cuestiones en el marco del Estado del Bienestar, pero, fundamentalmente, que tiene implicaciones sobre nuestra propia vida y nuestro modo de plantearla.
Para llegar a comprender la importancia vital de la vejez y su conquista (la más importante conquista que nuestras sociedades han logrado) podríamos empezar hablando sobre la división de la vida en etapas y los cambios que ello ha llevado consigo. Podríamos reflexionar sobre cómo comienza o se produce una nueva interpretación de lo que significa la infancia, que pasa a ser entendida como una etapa de aprendizaje y en la que se permite a los niños y a las niñas ser… niños y niñas. Disfrutar de su infancia.
Pero vamos a nuestro tema: el envejecimiento, qué significa, y por qué es importante diferenciarlo de vejez. Es necesario que diferenciemos el envejecimiento individual (el incremento de la edad cronológica de las personas) del envejecimiento demográfico.
Somos más quienes llegamos a edades más avanzadas, lo que, junto a una menor natalidad y a una menor inmigración (joven) provoca que las sociedades envejezcan. En los últimos años, la cuestión del envejecimiento poblacional se ha politizado, perfilando una situación en la que parece culpabilizarse a los que “viven demasiado”. Taro Aso, el primer ministro japonés, que decía que los mayores debían “darse prisa y morir”, curiosamente estuvo en activo hasta los 80 años (el año pasado), y no parece querer aplicarse su recomendación.
El miedo que se pone sobre la idea del envejecimiento (una especie de monstruo sin rostro que vine a comerse el Estado de Bienestar y todos sus servicios) da lugar a numerosas formas de edadismo. Un tremendo error: el envejecimiento es el resultado del aumento en la esperanza de vida, lo que significa no solo que los viejos viven más, sino que los jóvenes mueren menos.
Entonces, ¿qué es el envejecimiento demográfico?: nacen pocos niños, vivimos más años y recibimos poca inmigración joven. Por tanto, la pirámide de población por edades comienza a “pesar” más por su cúspide que por su base.
Asi como la infancia ha podido ser replanteada y tomar otro significado, también la vejez comienza a plantearse de forma diferente; ya no es una mera sala de espera, sino que deja de ser una etapa de penuria para ser, sencillamente, una parte de la vida que merece ser experimentada y disfrutada.
La vejez es una conquista social, una etapa renovada, que tiene implicaciones sobre la estructura poblacional, sobre las relaciones intergeneracionales y sobre muchas otras cuestiones en el marco del Estado del Bienestar, pero, fundamentalmente, tiene implicaciones sobre nuestra propia vida y nuestro modo de plantearla.
Es necesario que aceptemos que la vejez es una etapa más de la vida. Porque, mientras no lo hagamos, no dejaremos de tenerle miedo.
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