La noción de las residencias de personas mayores es sumamente antigua. Platón, en su obra La República admite que la vejez tiene sus debilidades y prevé para ella lugares de descanso.
Sin embargo es Martín de Aguirre y Belate el primero que estableció una residencia de personas mayores en el siglo XVI. Su modelo fue copiado y empezó a extenderse.
Martín nació en Algorta, en el caserío Aguirre del barrio de Andra Mari, allí existente hasta finales del pasado siglo. Fue marinero y se estableció en el barrio entonces emergente del llamado Puerto Viejo de Algorta. Hacia 1560 fue a América en la expedición de Miguel López de Legazpi, y se quedó en las tierras del virreinato de Perú, donde se encontró con el movimiento Taqui Ongo. Este movimiento fue un enfrentamiento entre los de los dioses indígenas contra los indígenas que habían aceptado al dios cristiano. En este enfrentamiento el triunfo pertenecería a los primeros y los cristianos indígenas y desde luego los europeos serían expulsados del mundo andino.
Los predicadores del Taqui Ongo iban de pueblo en pueblo exhortando a los indios a restaurar el culto de las huacas (sacralidades fundamentales incaicas: santuarios, ídolos, templos, tumbas, momias, lugares sagrados, animales, astros, etc.) destruidas por los cristianos. Devolvían la vida a los ídolos por medio de ritos de resurrección, ofreciendo libaciones de chicha y ofrendas de maíz en las ruinas de los lugares sagrados. Por su parte, los adeptos que deseaban formar parte del movimiento debían volver a convertirse al culto de las huacas respetando un «ayuno» de varios días, durante el cual evitaban la sal, el ají, el maíz, el maíz de color y todo tipo de contacto sexual; es decir, ritos de purificación de tipo tradicional. De este modo, la adhesión al Taqui Ongo suponía una ruptura, y consagraba la escisión entre el culto indio y el culto cristiano. Sin embargo, este movimiento supuso muchos enfrentamientos armados, no solo de los europeos con los indígenas, sino entre los propios indígenas, ya que muchos de ellos habían abrazado la fe cristiana.
«Canción de guerra de los Incas»
Beberemos en el cráneo del traidor
y con sus dientes haremos un collar.
De sus huesos haremos flautas,
de su piel haremos un tambor.
Entonces, bailaremos.
En estas peleas y asaltos, Martin observó que las personas mayores eran relegadas de los enfrentamientos armados y abandonadas a su suerte. Esta situación motivó a Martin a recoger a estas personas, mayoritariamente indígenas, y darles acogida. Obtuvo apoyo de los virreyes Diego López de Zúñiga, Francisco de Toledo y siguientes, pues era una forma de manifestar a la población indígena, el apoyo a sus integrantes. También de las Ordenes religiosas. Esta acogida se extendió e intensificó, llegando a poblar regiones con estas personas consideradas como mayores para sus correligionarios, y por tanto ser consideradas como personas no validas. Martín se centró en esta actividad, acabando su vida allí, donde se cree se casó (no hay certeza en esta parte de la historia) con una de las mujeres acogidas.
Fruto de todo ello aun se puede ver en el valle de Vilcabamba (hoy sur de Ecuador, situado al norte del Perú) donde los habitantes que han sobrepasado un siglo de existencia conservan sus facultades vitales intactas, y pueden hacer alarde de fortaleza en faenas agrícolas o ganaderas como cualquiera agricultor de 40 o 50 años.
Herencia genética de los tiempos de Martín Aguirre el algorteño.
0 comentarios