El vaso de txikito es de lo más curioso. Pesa nada menos que 600 gramos pero su capacidad no supera los 12 centilitros. Curioso, ¿eh? Vamos, que para tomar 12 cl. de vino, hay que levantar más de medio kilo. Una bilbainada en toda regla.
Es un vaso de tamaño grande, aparentemente normal, pero el recipiente sobre el que se sirve el líquido es mínimo, una pequeña cápsula en la parte superior. Sus orígenes se remontan al siglo XIX, y su popularidad e importancia histórica han sido tales que hasta la Virgen de Los Txikiteros (Virgen de Begoña) luce un vaso de txikito en la mano en una de las imágenes que se pueden contemplar en las calles de Bilbao. Curiosísima historia para un vaso que en realidad y originariamente no se fabricó con la intención de ser un utensilio para la bebida. ¿Adivinas qué era en un principio?
Un recipiente para un farolillo. Sí, como lo oyes. Durante una visita de la reina Victoria Eugenia de Inglaterra (de Battenberg), reina por ser esposa de Alfonso XIII, que vino a Bilbao en 1929, la ciudad se decoró con cientos de ellos, con la intención de engalanarse ante tan majestuosa visita. Una vez acabada, esos ‘vasos’ utilizados como farolillos se sacaron de las calles y se repartieron entre los bares de la ciudad para aprovecharlos y poder ser utilizados. Esos fueron los inicios de la historia del popular vaso de txikito que, aunque con el tiempo dejó de verse en los bares, hay empresas que hoy día se están encargando de recuperar la tradición y ya los tienen a la venta. Tan pesado y tan curioso, los vecinos de mayor edad lo recuerdan entre risas como el vaso con el que jugaban a ‘levantamiento de vidrio’, y cantaban canciones populares con mucha sorna, como aquella cuya letra dice: “disen que viene reina visita Bilbora“…
Entre las leyendas que se mantienen alrededor de la figura del vaso de txikito, está la que dice que los txikiteros adoptaron este vaso, entre otras razones, porque su gran peso permitía que fuese más seguro en manos de quien ya llevase unos vinos encima. También valoraban el hecho de que el grosor del vidrio fuese mayor de lo normal, con lo que se bebía más gustosamente. Y lo más curioso de todo es que es un vaso que engaña, puesto que aunque aparentemente su capacidad es muy limitada, cabe justo la cantidad que normalmente sirven en una copa de vino en un bar o restaurante. ¡Curiosísimo!
El txikiteo, o ronda de vinos, se realizaba por distintos bares. La tradición se hizo tan popular que los txikiteros incluso tienen su propia onomástica el 11 de octubre. En esta fecha se conmemora a la Amatxu, la Virgen de Begoña, patrona de Bilbao y Bizkaia. Y en consecuencia el “Día de los txikiteros“, aunque a primera vista nada relacione una celebración con la otra. La razón hay que buscarla en la confluencia de las calles Santa María y Pelota del Casco Viejo. Allí, hay una baldosa con una estrella que indica el punto desde el que se ve la torre de la basílica de Begoña. También ahí existe una pequeña imagen de la Amatxu y una hucha caritativa. Los txikiteros depositaban allí lo que sobraba del dinero que ponían en común para sus rondas. Desde entonces, esta hucha se vacía cada 11 de octubre y se destina a obras de caridad. Además, los txikiteros se reunían en ese punto para rendir homenaje a la Virgen de Begoña entonando sus bilbainadas.
La tradición continúa y a pesar de no ser un día festivo, cada 11 de octubre el Casco Viejo se convierte en un maravilloso circular de cuadrillas uniformadas y magníficos coros. En torno a ese punto entre las calles Santa María y Pelota se realiza la ofenda floral a la Amatxu. El sonido de las bilbainadas vuelve a alegrar el corazón de las Siete Calles. Es una de las tradiciones más emotivas de Bilbao. Esperamos que perdure para siempre al igual que otras surgidas de forma txirene como el Bacalao Club Ranero.
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